¿Quién era Kircher?


ATHANASIUS KIRCHER fue un sabio jesuita alemán que representó el espíritu científico del siglo XVII. Nació en Geisa (Alemania) en 1602. Profesor de filosofía, matemáticas y lenguas orientales, se interesó por los más diversos temas del saber de su tiempo.

Fue el inventor de la linterna mágica, cartografió la Luna, las manchas solares y las corrientes marinas, ofreció hipótesis para interpretar la estructura interna de nuestro planeta, investigó el Vesubio descolgándose por su cráter, trató de descifrar los jeroglíficos egipcios, realizó experimentos de física y fisiología animal, observó la sangre al microscopio e inventó un sinnúmero de artilugios mecánicos.

Junto con Plinio, constituye el paradigma de la curiosidad científica y del gusto por el conocimiento, en cualquiera de sus formas.

jueves, 15 de abril de 2010

La Iglesia triste de Ratzinger


El teólogo alemán Hans Küng, compañero de Ratzinger en la tareas del Concilio Vaticano II, analiza en esta Carta abierta a los obispos del mundo el pontificado de Benedicto XVI. No me importa decir abiertamente que, como le ocurre ya a tantos cristianos, comparto su análisis y su crítica a ese modelo de Iglesia, anticuada y cutre, enemiga de la ciencia y alejada del hombre, que se pretende imponer hoy.
Presentamos aquí un extracto de la carta: 


Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI, y yo fuimos entre 1962-1965 los dos teólogos más jóvenes del concilio. Ahora, ambos somos los más ancianos (...) Preocupado por esta nuestra Iglesia, sumida en la crisis de confianza más profunda desde la Reforma, os dirijo una carta abierta en el quinto aniversario del acceso al pontificado de Benedicto XVI. No tengo otra posibilidad de llegar a vosotros.
(...)
Mis esperanzas, y las de tantos católicos y católicas comprometidos, desgraciadamente no se han cumplido, cosa que he hecho saber al papa Benedicto de diversas formas en nuestra correspondencia. Sin duda, ha cumplido concienzudamente sus cotidianas obligaciones papales y nos ha obsequiado con tres útiles encíclicas sobre la fe, la esperanza y el amor. Pero en lo tocante a los grandes desafíos de nuestro tiempo, su pontificado se presenta cada vez más como el de las oportunidades desperdiciadas, no como el de las ocasiones aprovechadas:
1) Se ha desperdiciado la oportunidad de un entendimiento perdurable con los judíos: el Papa reintroduce la plegaria preconciliar en la que se pide por la iluminación de los judíos y readmite en la Iglesia a obispos cismáticos notoriamente antisemitas, impulsa la beatificación de Pío XII y sólo se toma en serio al judaísmo como raíz histórica del cristianismo, no como una comunidad de fe que perdura y que tiene un camino propio hacia la salvación. Los judíos de todo el mundo se han indignado con el predicador pontificio en la liturgia papal del Viernes Santo, en la que comparó las críticas al Papa con la persecución antisemita.
2) Se ha desperdiciado la oportunidad de un diálogo en confianza con los musulmanes; es sintomático el discurso de Benedicto en Ratisbona, en el que, mal aconsejado, caricaturizó al islam como la religión de la violencia y la inhumanidad, atrayéndose así la duradera desconfianza de los musulmanes.
3) Se ha desperdiciado la oportunidad de la reconciliación con los pueblos nativos colonizados de Latinoamérica: el Papa afirma con toda seriedad que estos "anhelaban" la religión de sus conquistadores europeos.
4) Se ha desperdiciado la oportunidad de ayudar a los pueblos africanos en la lucha contra la superpoblación, aprobando los métodos anticonceptivos, y en la lucha contra el sida, admitiendo el uso de preservativos.
5) Se ha desperdiciado la oportunidad de concluir la paz con las ciencias modernas: reconociendo inequívocamente la teoría de la evolución y aprobando de forma diferenciada nuevos ámbitos de investigación, como el de las células madre.
6) Se ha desperdiciado la oportunidad de que también el Vaticano haga, finalmente, del espíritu del Concilio Vaticano II la brújula de la Iglesia católica, impulsando sus reformas.
Este último punto, estimados obispos, es especialmente grave. Una y otra vez, este Papa relativiza los textos conciliares y los interpreta de forma retrógrada contra el espíritu de los padres del concilio. Incluso se sitúa expresamente contra el concilio ecuménico, que según el derecho canónico representa la autoridad suprema de la Iglesia católica:
  • Ha readmitido sin condiciones en la Iglesia a los obispos de la Hermandad Sacerdotal San Pío X, ordenados ilegalmente fuera de la Iglesia católica y que rechazan el concilio en aspectos centrales.
  • Apoya con todos los medios la misa medieval tridentina y él mismo celebra ocasionalmente la eucaristía en latín y de espaldas a los fieles.
  • No lleva a efecto el entendimiento con la Iglesia anglicana, firmado en documentos ecuménicos oficiales (ARCIC), sino que intenta atraer a la Iglesia católico-romana a sacerdotes anglicanos casados renunciando a aplicarles el voto de celibato.
  • Ha reforzado los poderes eclesiales contrarios al concilio con el nombramiento de altos cargos anticonciliares (en la Secretaría de Estado y en la Congregación para la Liturgia, entre otros) y obispos reaccionarios en todo el mundo.

El Papa Benedicto XVI parece alejarse cada vez más de la gran mayoría del pueblo de la Iglesia, que de todas formas se ocupa cada vez menos de Roma y que, en el mejor de los casos, aún se identifica con su parroquia y sus obispos locales.
(...)Con una renovada exhibición de pompa barroca y manifestaciones efectistas cara a los medios de comunicación, Roma trata de exhibir una Iglesia fuerte con un "representante de Cristo" absolutista, que reúne en su mano los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Sin embargo, la política de restauración de Benedicto ha fracasado. Todas sus apariciones públicas, viajes y documentos no son capaces de modificar en el sentido de la doctrina romana la postura de la mayoría de los católicos en cuestiones controvertidas, especialmente en materia de moral sexual. Ni siquiera los encuentros papales con la juventud, a los que asisten sobre todo agrupaciones conservadoras carismáticas, pueden frenar los abandonos de la Iglesia ni despertar más vocaciones sacerdotales.
(...)
Y ahora, a las muchas tendencias de crisis todavía se añaden escándalos que claman al cielo: sobre todo el abuso de miles de niños y jóvenes por clérigos -en Estados Unidos, Irlanda, Alemania y otros países- ligado todo ello a una crisis de liderazgo y confianza sin precedentes. No puede silenciarse que el sistema de ocultamiento puesto en vigor en todo el mundo ante los delitos sexuales de los clérigos fue dirigido por la Congregación para la Fe romana del cardenal Ratzinger (1981-2005), en la que ya bajo Juan Pablo II se recopilaron los casos bajo el más estricto secreto. Todavía el 18 de mayo de 2001, Ratzinger enviaba un escrito solemne sobre los delitos más graves (Epistula de delitos gravioribus) a todos los obispos. En ella, los casos de abusos se situaban bajo el secretum pontificium, cuya vulneración puede atraer severas penas canónicas. Con razón, pues, son muchos los que exigen al entonces prefecto y ahora Papa un mea culpa personal. Sin embargo, en Semana Santa ha perdido la ocasión de hacerlo. En vez de ello, el Domingo de Ramos movió al decano del colegio cardenalicio a levantar urbi et orbe testimonio de su inocencia.
Las consecuencias de todos estos escándalos para la reputación de la Iglesia católica son devastadoras. Esto es algo que también confirman ya dignatarios de alto rango. 
Sólo querría plantearos seis propuestas que, es mi convicción, serán respaldadas por millones de católicos que carecen de voz.
1. No callar: en vista de tantas y tan graves irregularidades, el silencio os hace cómplices. Allí donde consideréis que determinadas leyes, disposiciones y medidas son contraproducentes, deberíais, por el contrario, expresarlo con la mayor franqueza. ¡No enviéis a Roma declaraciones de sumisión, sino demandas de reforma!
2. Acometer reformas: en la Iglesia y en el episcopado son muchos los que se quejan de Roma, sin que ellos mismos hagan algo. (...) Muchas grandes cosas en las parroquias y en la Iglesia entera se han puesto en marcha gracias a la iniciativa de individuos o de grupos pequeños. Como obispos, debéis apoyar y alentar tales iniciativas y atender, ahora mismo, las quejas justificadas de los fieles.
3. Actuar colegiadamente: tras un vivo debate y contra la sostenida oposición de la curia, el concilio decretó la colegialidad del Papa y los obispos en el sentido de los Hechos de los Apóstoles, donde Pedro tampoco actuaba sin el colegio apostólico. Sin embargo, en la época posconciliar los papas y la curia han ignorado esta decisión central del concilio. Desde que el papa Pablo VI, ya a los dos años del concilio, publicara una encíclica para la defensa de la discutida ley del celibato, volvió a ejercerse la doctrina y la política papal al antiguo estilo, no colegiado. Incluso hasta en la liturgia se presenta el Papa como autócrata, frente al que los obispos, de los que gusta rodearse, aparecen como comparsas sin voz ni voto. Por tanto, no deberíais, estimados obispos, actuar sólo como individuos, sino en comunidad con los demás obispos, con los sacerdotes y con el pueblo de la Iglesia, hombres y mujeres.
4. La obediencia ilimitada sólo se debe a Dios: todos vosotros, en la solemne consagración episcopal, habéis prestado ante el Papa un voto de obediencia ilimitada. Pero sabéis igualmente que jamás se debe obediencia ilimitada a una autoridad humana, sólo a Dios. Por tanto, vuestro voto no os impide decir la verdad sobre la actual crisis de la Iglesia, de vuestra diócesis y de vuestros países. ¡Siguiendo en todo el ejemplo del apóstol Pablo, que se enfrentó a Pedro y tuvo que "decirle en la cara que actuaba de forma condenable" (Gal 2, 11)! Una presión sobre las autoridades romanas en el espíritu de la hermandad cristiana puede ser legítima cuando éstas no concuerden con el espíritu del Evangelio y su mensaje. La utilización del lenguaje vernáculo en la liturgia, la modificación de las disposiciones sobre los matrimonios mixtos, la afirmación de la tolerancia, la democracia, los derechos humanos, el entendimiento ecuménico y tantas otras cosas sólo se han alcanzado por la tenaz presión desde abajo.
5. Aspirar a soluciones regionales: es frecuente que el Vaticano haga oídos sordos a demandas justificadas del episcopado, de los sacerdotes y de los laicos. Con tanta mayor razón se debe aspirar a conseguir de forma inteligente soluciones regionales. Un problema especialmente espinoso, como sabéis, es la ley del celibato, proveniente de la Edad Media y que se está cuestionando con razón en todo el mundo precisamente en el contexto de los escándalos por abusos sexuales. Una modificación en contra de la voluntad de Roma parece prácticamente imposible. Sin embargo, esto no nos condena a la pasividad: un sacerdote que tras madura reflexión piense en casarse no tiene que renunciar automáticamente a su estado si el obispo y la comunidad le apoyan. Algunas conferencias episcopales podrían proceder con una solución regional, aunque sería mejor aspirar a una solución para la Iglesia en su conjunto. Por tanto:
6. Exigir un concilio: así como se requirió un concilio ecuménico para la realización de la reforma litúrgica, la libertad de religión, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, lo mismo ocurre en cuanto a solucionar el problema de la reforma, que ha irrumpido ahora de forma dramática. El concilio reformista de Constanza en el siglo previo a la Reforma acordó la celebración de concilios cada cinco años, disposición que, sin embargo, burló la curia romana. Sin duda, esta hará ahora cuanto pueda para impedir un concilio del que debe temer una limitación de su poder.
La apelación que os dirijo en vista de esta Iglesia en crisis, estimados obispos, es que pongáis en la balanza la autoridad episcopal, revalorizada por el concilio. En esta situación de necesidad, los ojos del mundo están puestos en vosotros. Innúmeras personas han perdido la confianza en la Iglesia católica. Para recuperarla sólo valdrá abordar de forma franca y honrada los problemas y las reformas consecuentes. Os pido, con todo el respeto, que contribuyáis con lo que os corresponda, cuando sea posible en cooperación con el resto de los obispos; pero, si es necesario, también en solitario, con "valentía" apostólica (Hechos 4, 29-31). Dad a vuestros fieles signos de esperanza y aliento y a nuestra iglesia una perspectiva.
Os saluda, en la comunión de la fe cristiana, Hans Küng.
Traducción: Jesús Alborés Rey
Hans Küng es catedrático emérito de Teología Ecuménica en la Universidad de Tubinga (Alemania) y presidente de Global Ethic. (Más información sobre Hans Küng en Wikipedia.)


4 comentarios:

  1. En un personaje tan penoso, no solo a nivel moral, sino sobre todo intelectual, como es el señor Küng, hay una incongruencia especialmente notoria… es decir una incongruencia que sobresale entre las muchas que le caracteriza y es esa que repite muchas veces en el texto anterior; una idea misma idea bajo diferentes formulaciones: “se ha perdido la oportunidad de entendernos” con las otras religiones.
    Y es que una de las cosas que, en su obcecación, no entenderá nunca el bueno del señor Küng es que para nosotros los católicos la fe católica es una cuestión que se refiere a la verdad y que entorno a la verdad no hay negociación posible. Por eso pedir en entendimiento con las creencias no católicas es como pedir a la medicina actual el entendimiento con la brujería paleolítica, a la astronomía actual el entendimiento con las teorías heliocéntricas, o pedir a las matemáticas el entendimiento con los que creen que el resultado de una suma es relativa al estado de ánimo del que suma… O sea, y en resumen, es pedir un imposible.
    La fe católica no puede llegar a un entendimiento con las demás creencia, porque solo ella está en la verdad completa… Es simple de entender, ¿no?

    ResponderEliminar
  2. Mi querido Anónimo:

    Ése es precisamente el problema: que su razonamiento es demasiado simple.
    Si usted tiene ya la verdad completa, entonces evidentemente no necesita dialogar con nadie.

    La propuesta de Küng es sólo válida para aquellos ignorantes, entre los que me incluyo, que no estamos en posesión de ninguna verdad, que la buscamos abiertamente en los múltiples destellos de verdad con que Dios se manifiesta en el mundo.

    La propuesta de Kúng es sólo para quienes entienden que la verdad de poliédrica y para quienes tenemos la manía (equivocada, sin duda) de imaginarla como un cuerpo con volumen en vez de como una figura plana, monocroma y aburridamente homogénea en toda su extensión.

    No es la propuesta de Küng, ciertamente, para quienes ya han alcanzado el conocimiento pleno y la ciencia perfecta, sino para quienes sienten que la investigación teológica es un largo camino histórico que todavía puede revelar sorpresas y depurar nuestra imagen de Dios con las aportaciones de la ciencia y el diálogo interconfesional e interreligioso.

    Por todo eso, comparto la visión de Küng, abogo por el diálogo y rechazo de plano el fundamentalismo y la guerra santa contra el infiel, ya sea islamista o "catolicista", que algunos intentan imponernos.

    Le deseo, querido amigo Anónimo, lo mejor que le puede pasar: que su verdad germine algún día (basta con sacarla de la caja hermética donde la guarda) y le sorprenda con ramas nuevas que antes ni siquiera sospechaba usted que pudiera tener.

    Feliz domingo, de corazón.

    ResponderEliminar
  3. Ese es el problema del relativismo: juega con las palabras y así no hay manera de hablar seriamente. Por ejemplo, los relativistas dicen: “la verdad es poliédrica”… y con eso quieren decir: cada afirmación es parte de una verdad más global… cualquier religión es validad… cualquiera menos el maldito “fundamentalista católico”, en cuyo caso no es parte de la verdad poliédrica.
    Pero, adamas cometen un segundo error: nos llaman fundamentalistas a los católicos, pero la cuestión es que fundamentalista, guerrero santista y toda la parafernalia son las demás religiones… ¿o el islam o el hinduismo no son fundamentalistas…? Que se lo pregunten a los católicos de la india o de Paquistán y veras lo que te contestan…
    Pero, la verdadera cuestión es otra. La cuestión es que si te tomas la molestia de leer los Evangelios veras que el fundamentalista es Jesucristo (“…Nadie va al Padre sino es por mí”, o también “el que crea y se bautice se salvará y el que no se condenara”, etc., etc.).
    PD: Por supuesto, las demás religiones son falsas religiones, pero sus miembros no son imbéciles, por eso ninguna de las grandes religiones creen que exista otra religión verdadera que la suya. La cuestión es que el hombre libre discierna la verdadera religión (o sea la que nos ha dado Dios) de las falsas religiones (las que inventaron los hombres).
    PD2: La verdad no será poliédrica, lo que no es tetrapléjica, por tanto se atiene al principio de no contradicción que dice que una afirmación y su contraria no pueden ser verdaderas al mismo tiempo.

    ResponderEliminar
  4. Gracias, Anónimo, por tu comentario y por tu reflexión.
    Y siento que no estemos de acuerdo ni siquiera en lo elemental.
    El anti-relativismo de Ratzinger, que ha sido la bandera de su pontificado desde el principio es, desde mi punto de vista, un error teológico y estratégico.

    El error estratégico se está viendo ya: crece exponencialmente la contestación y el descontento, dentro y fuera de la propia Iglesia.

    El error teológico es doble:
    1) Hay un punto en el que todas las religiones monoteístas coinciden y es la inmensidad de Dios, que nos supera ampliamente. Dios es grande, dicen los musulmanes. Dios en inconmensurable, decimos los cristianos. Dios es innombrable, dicen los judíos, porque desborda hasta las palabras que usamos para nombrarlo. Ahora bien:
    1) Si la Iglesia católica tiene toda la verdad sobre Dios es que Dios cabe en la Iglesia católica. Sabemos que no es así, que Dios es más grande que una Iglesia y nos desborda y nos supera constantemente. A Ratzinger también. Dios es más grande que Ratzinger, aunque se suba al papamóvil. Sabemos también que las referencias al Reino en el mensaje de Jesús de Nazaret no atañen exclusivamente a la Iglesia católica romana, sino a todos los hombres de buena voluntad que buscan honestamente, sea cual sea su origen y credo.

    2) En materia de fe HAY QUE SER RELATIVO, pues el único absoluto es Dios. No serlo es ser fundamentalista. Pues eso es lo que le está pasando a la Iglesia de hoy: que, alentada por ciertos jerarcas, se ha vuelto más fundamentalista que en la época de las Cruzadas.


    Respecto a los rasgos por los que podemos reconocer una fe verdadera no tengo mucho tiempo de entrar en detalles, pero lo he expuesto ya en otro sitio: http://2006.atrio.org/?p=842
    Allí te remito, si te apetece conocer mi punto de vista.

    Y respecto a tus PD:
    1) No tengo inconveniente en admitir que la verdad sea tetrapléjica, porque tengo a un amigo en esa situación y sé, por su ejemplo de vida, que es persona muy cercana a la verdad del Evangelio de Jesucristo.
    2) No es buena idea usar argumentos de estricta lógica en cuestiones de fe, porque la fe es la confianza que uno tiene en un ser personal. Y la confianza no está sujeta a estos rigores. Tú sabes bien que, cuando hablamos de la Trinidad decimos que 3 = 1, lo que carece de lógica matemática, que los últimos serán los primeros, lo que carece de lógica ordinal o que la virgen fue madre y sigue siendo virgen, lo que carece por completo de lógica gineco-lógica.

    Ese es mi punto de vista.
    Suerte con la semana

    Un cordial saludo

    ResponderEliminar

Gracias por animarte a escribir un comentario.