El sábado murió el poeta Ángel González. Había nacido en Oviedo en 1925. Era estudiante de bachillerato cuando estalló la Guerra Civil, que supuso la muerte de uno de sus hermanos y el exilio de otro. Tras la guerra, contrajo una grave tuberculosis pulmonar, que le obligó a permanecer en cama durante tres años, en un pueblo de las montañas de León, donde su hermana era maestra. Es entonces cuando comienza a leer poesía de modo sistemático y cuando inicia los estudios de Magisterio y de Derecho, que concluye en 1949. Desde entonces, ejerció como periodista y como corrector de estilo para algunas editoriales, al tiempo que publica sus primeras poesías. En 1972 es contratado como profesor de Literatura Española en la Universidad de Nuevo México y luego nombrado Doctor Honoris Causa por esa misma universidad. Ha recibido el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1985 y en 1996 ingresó en la Real Academia de la Lengua.
Me gusta Ángel Gonzalez porque su poesía encierra un regusto amargo y triste que combina sabiamente con el humor y el doble sentido. Y hay que saber manejar muy bien las palabras para poder hacer eso. Y hay que saber reírse de uno mismo y del propio dolor para poder hacer eso.
MERIENDO ALGUNAS TARDES
Meriendo algunas tardes
no todas tienen pulpa comestible.
Si estoy junto a la mar
muerdo primero los acantilados,
luego las nubes cárdenas y el cielo
-escupo las gaviotas-,
y para postre dejo las bañistas
jugando a la pelota despeinadas.
Si estoy en la ciudad
meriendo tarde a secas:
mastico lentamente los minutos
-tras haberles quitado las espinas-
y cuando se me acaban
me voy rumiando sombras,
rememorando el tiempo devorado
con un acre sabor a nada en la garganta.
Puedes leer más poemas suyos en: http://amediavoz.com/gonzalez.htm
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