¿Quién era Kircher?


ATHANASIUS KIRCHER fue un sabio jesuita alemán que representó el espíritu científico del siglo XVII. Nació en Geisa (Alemania) en 1602. Profesor de filosofía, matemáticas y lenguas orientales, se interesó por los más diversos temas del saber de su tiempo.

Fue el inventor de la linterna mágica, cartografió la Luna, las manchas solares y las corrientes marinas, ofreció hipótesis para interpretar la estructura interna de nuestro planeta, investigó el Vesubio descolgándose por su cráter, trató de descifrar los jeroglíficos egipcios, realizó experimentos de física y fisiología animal, observó la sangre al microscopio e inventó un sinnúmero de artilugios mecánicos.

Junto con Plinio, constituye el paradigma de la curiosidad científica y del gusto por el conocimiento, en cualquiera de sus formas.

lunes, 18 de agosto de 2008

José Celestino Mutis (1732-1808): un sabio en el equinoccio


Celebramos este año el bicentenario de la muerte del ilustre botánico español (aunque, muy gustosamente, se nos fue volviendo colombiano) José Celestino Mutis. Con tal motivo, se incluye aquí una breve reseña biográfica. Los lectores del blog KIRCHER LANDSCAPE encontrarán también estos días algunas láminas comentadas procedentes del material científico recopilado durante los trabajos de la Real Expedición Botánica que Mutis dirigió.
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El botánico José Celestino Mutis nació en Cádiz (España) en 1732. Se educó con los jesuitas en su ciudad natal, y siguió luego los estudios de Medicina en Sevilla y en el Real Colegio de Cirugía de Cádiz. En 1757 se trasladó a Madrid para recibir el título de médico ante el tribunal del Real Protomedicato.

Allí empezó a frecuentar el antiguo Jardín Botánico de la Huerta de Migas Calientes, donde el profesor Miguel Barnades le instruyó en la nueva taxonomía linneana y supo despertar en él una marcada vocación botánica. En Madrid profundizó también Mutis en sus estudios de matemáticas y de astronomía. Pero su pasión por la botánica llegó a ser tan grande que decidió partir a América, a los territorios de Nueva Granada (lo que actualmente viene a ser Panamá, Colombia, Ecuador y Venezuela). Iba como médico personal del nuevo virrey, don Pedro Messía de la Cerda, marqués de la Vega de Armijo. Y eso le pareció un pretexto estupendo para conocer de primera mano la naturaleza americana y sus maravillas botánicas, que estaban aún por descubrir y por clasificar.

Pero pronto se dio cuenta Mutis de que la escasez de médicos en la zona y los continuos requerimientos del virrey no le dejaban mucho tiempo para sus investigaciones. Quien lea sus diarios encontrará esta queja como música de fondo de sus días. Por ello, hacia 1763, propuso al rey de España realizar una expedición científica con el fin de estudiar la flora y la fauna de Nueva Granada.

Veinte años tuvo que esperar para ver satisfecha su petición, que prosperó gracias al entusiasmo del nuevo virrey, el arzobispo Caballero y Góngora. Así, en 1783, comenzó oficialmente la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, que cubrió unos ochomil kilómetros cuadrados y utilizó como eje de referencia el río Magdalena. Del mismo modo, Mutis pudo crear un jardín botánico en la ciudad de Mariquita y un observatorio astronómico en Bogotá. Allí regentaba también la cátedra de Matemáticas del Colegio del Rosario, donde enseñaba abiertamente las teorías copernicanas y newtonianas. Por este motivo fue denunciado por los dominicos ante la Inquisición; una situación realmente espinosa si tenemos en cuenta que Mutis había sido ordenado sacerdote tan solo dos años antes. Oportunamente, una Real Cédula de Carlos III prescribía, unos meses después, la obligatoriedad de incluir las teorías de Newton en la enseñanza reglada de los colegios y las universidades, lo que libró a Mutis de mayores contratiempos.

Celestino Mutis mantuvo una correspondencia personal muy activa con los círculos científicos europeos, especialmente con Carl von Linné, a quien envió abundantes muestras botánicas, que al sueco «le hacían saltar de alegría». Se dice también que el explorador alemán Alexander von Humboldt desvió su ruta para conocerle personalmente durante su famoso viaje por «tierras equinocciales». Parece que fue la expedición de Humboldt ―y quizá el temor de que otros científicos extranjeros se anticipasen en sacar partido de las maravillas naturales americanas― lo que animó a Carlos III a autorizar, por fin, la Real Expedición Botánica.

Coinciden todos en que las inquietudes de Mutis no terminaban en las plantas y se extendían a todo aquello que estuviera relacionado de alguna manera con la historia natural. Del mismo modo se interesó por mejorar las técnicas de explotación minera, por reformar la educación y por recopilar gramáticas y vocabularios de las lenguas indígenas. Propició también las denominadas Juntas Patrióticas, que, aunque en sus inicios tuvieron un cariz exclusivamente económico y cultural, se fueron cargando de compromiso político y sirvieron para catalizar definitivamente el proceso emancipador.

Mutis murió a los 76 años en Santafé de Bogotá, y los estudios y materiales de la expedición quedaron inéditos. Fue enterrado en la capilla del Colegio del Rosario, el mismo lugar donde había sido catedrático de Matemáticas y donde había tenido que soportar las suspicacias de la Inquisición. Su única obra publicada entonces era El arcano de la quina, un tratado médico-botánico en el que describía las siete especies de quina conocidas hasta entonces, así como sus usos y aplicaciones terapéuticas.

Tras su muerte, su sobrino Sinforoso Mutis se hizo cargo de la Real Expedición Botánica, al tiempo que el ilustrador Salvador Rizo seguía coordinando al equipo de dibujantes y asumiendo las funciones administrativas. Así, aunque huérfanos de la tutela del sabio Mutis, pudieron proseguir los trabajos de la expedición durante ocho años más. En 1817, en pleno levantamiento independentista, los materiales fueron incautados por el general Morillo, embalados en ciento cuatro cajones y conducidos a España. Se embarcaba allí un tesoro original, hecho de minuciosidad y de ciencia: unas 20 000 plantas herborizadas, más de 6000 ilustraciones y los diarios y manuscritos de Mutis. Don Mariano Lagasca, entonces director del Real Jardín Botánico, los recibió con especial alborozo en el puerto de Cádiz.

Luego, por desgracia, durmieron un largo sueño polvoriento, hasta que un día lograron ver la luz editorial. En 1954, casi un siglo y medio después, se publicó por fin la Flora de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reyno de Granada, gracias a un acuerdo entre los gobiernos de España y Colombia y con el patrocinio de algunas instituciones, como el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el Instituto de Cooperación Iberoamericana o la Universidad Nacional de Colombia.
Juan V. Fernández de la Gala en Panace@, nº 27, junio 2008.

1 comentario:

  1. Mutis y su equipo de trabajo acrecentaron no solo el acervo científico y natural del mundo sino crearon en nuestros criollos el germen de la reflexión y el cuestionarse a diario sobre su entorno.
    Gracias.

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