Hay fotos que no necesitan comentarios.
Esta vez añadiré uno, pero pequeño: la imagen no pretende ser (sólo) una crítica al tratamiento vejatorio e indigno que en muchos países islámicos se da a la mujer. Porque basta mirar a la Iglesia católica, a la que pertenezco, para darse cuenta de que la marginación que la mujer padece aún hoy no es sólo un estigma propio de la religión musulmana, ni tampoco de la cultura hebrea. Que una religión que se precie de su autenticidad, como con frecuencia se escucha desde Roma, dispense un trato así a la mujer, apartándola por completo de las responsabilidades, es un escándalo que a muchos católicos nos desconcierta bastante y que no puede durar mucho.
Pues eso, que ojalá un día también se escuche, clara y fuerte, conciliadora y rotunda, la voz de las mujeres en las mezquitas, en las sinagogas y en las iglesias. Quizá entonces empecemos a entendernos mejor.
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