El periodista (y maestro de periodistas) Manuel Alcántara dedica hoy su columna en el Diario de León al Cardenal Carlo Maria Martini.
Transcribimos el texto, que puede consultarse también en la web del Diario de León.
La última posición
EL RINCÓN
MANUEL ALCÁNTARA
Ya decía yo que el cardenal Martini me caía bien por algo más que por la simpatía que me suscita su apellido. Quizá la paloma se equivocó al no elegirle o quizá pensó que era pronto para aceptar alguna de las tesis del jesuita que fue rector de la Universidad gregoriana de Roma y arzobispo de Milán. El caso es que era papable y ya nunca será Papa. También debió de influir en sus electores el hecho de que había propuesto, tiempo atrás, que «la Iglesia debe tener el valor de reformarse».
Ya decía yo que el cardenal Martini me caía bien por algo más que por la simpatía que me suscita su apellido. Quizá la paloma se equivocó al no elegirle o quizá pensó que era pronto para aceptar alguna de las tesis del jesuita que fue rector de la Universidad gregoriana de Roma y arzobispo de Milán. El caso es que era papable y ya nunca será Papa. También debió de influir en sus electores el hecho de que había propuesto, tiempo atrás, que «la Iglesia debe tener el valor de reformarse».
El caso es que el elegante cardenal había elogiado a Lutero y defendido la ordenación de las mujeres. Si le hubieran hecho caso se habrían ahorrado la trifulca que actualmente se traen los católicos con los anglicanos, que puede provocar un emocionante cisma en la Iglesia de Inglaterra. Parece que la mayoría de los componentes del Sínodo es partidaria de que las mujeres sean admitidas en el episcopado, pero a pesar de eso la cosa no acaba de cuajar. A las personas normales siempre nos ha extrañado que las mujeres no puedan decir misa, ni absolver de sus pecados a quienes lleven una exacta contabilidad de ellos. ¿Por qué el párroco del barrio sí y Teresa de Calcuta no?
Históricamente, las mujeres siempre han superado a los varones, entre muchas cosas, en su capacidad para la indulgencia, pero el antifeminismo eclesiástico es evidente. Más evidente incluso que el monárquico. El gigantesco avance en la conquista de lo que siempre fue suyo, se detiene ante la aceptación del obispado femenino, que está alejando a los anglicanos de los católicos. Lo que faltaba. Los tradicionalistas de la Iglesia de Inglaterra pueden hacer que la puesta al día, que recomendó siempre el cardenal Martini dure algún siglo más de la cuenta. La eternidad más una semana.
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