El Fondo Antiguo del Instituto Histórico de la Compañía de Jesús reune ya 15.000 volúmenes de gran interés histórico y científico, a disposición de los investigadores. Este reportaje está tomado de EL MUNDO. ES y el original puede consultarse en la dirección:
http://www.elmundo.es/elmundo/2008/07/15/cultura/1216131734.html
El restaurador Oscar Maisterra trabaja con un misal del año 1770. (Foto: Alejandro Cherep)http://www.elmundo.es/elmundo/2008/07/15/cultura/1216131734.html
Tomado de EL MUNDO.ES. Actualizado martes 15/07/2008
RAMY WURGAFT
BUENOS AIRES.- Ajena al bullicio que llega desde un patio interior donde juegan los niños, Diana Adamoli se reclina sobre un texto de páginas amarillentas y de abigarrada escritura. Los otros restauradores observan por encima de su hombro, en expectante silencio.
Al cabo de un rato, la bióloga y encuadernadora pronuncia su veredicto: no cabe duda, la coloración que se observa en las márgenes del escrito, corresponden a las huellas dactilares de un misionero.
Durante varias semanas, los expertos del Laboratorio de Conservación de la Compañía de Jesús, utilizaron las más diversas técnicas para resolver el enigma del Manual de Enterramiento de Niños, un manuscrito del siglo XVII, redactado en una de las misiones jesuíticas a orillas del Río de la Plata.
"En aquella época, había una pavorosa tasa de mortalidad entre los niños guaraníes (la etnia originaria del Paraguay y del norte de Argentina). Fue así como de tanto sujetar el manual, con los dedos manchados de tabaco, el cura dejó unas marcas parduscas", señala Adamoli.
Manual de catecismo y sermones que data del 1721. (Foto: Alejandro Cherep)
Manual de catecismo y sermones que data del 1721. (Foto: Alejandro Cherep)
Pese a que el laboratorio se fundó en el 2005, en una dependencia del colegio El Salvador de Buenos Aires, el equipo que lo integra ha salvado de la acción del tiempo a centenares de volúmenes, fechados entre los siglos XVI y XVIII. Una parte de las obras fueron producidas en las imprentas rústicas, de madera, que construyeron los jesuitas en los asentamientos del Nuevo Mundo.
Otras las trajeron de Europa a partir de 1599, cuando la compañía se estableció en América. "Recuperar esos valiosos ejemplares, de manos de coleccionistas privados y de instituciones religiosas, fue una tarea digna de Ignacio de Loyola. Considere usted que los pioneros de la orden llegaron hasta los puntos más remotos de la jungla y de la cordillera de los Andes", señala Diego Villaverde, director del laboratorio.
El peor enemigo de los libros antiguos son 'los bibliófagos': larvas que al consumir las hojas secretan un jugo disolvente u hongos que producen unas manchas similares a las de la lepra. Si no es demasiado tarde, los técnicos someten al 'paciente' a la radiación de una lámpara germicida y luego lo introducen en una máquina que rellena los agujeros con pulpa de celulosa.
A este tratamiento fue sometido, con éxito, un incunable titulado Explicación del Catecismo en Lengua Guaraní (1724), uno de los pocos textos que se han descubierto en América, escrito en esa lengua vernácula. "El oficio de restaurador o conservador no existía en Argentina. El gobierno de Italia envió a Giampaolo Mei, un experto de renombre mundial, a que nos iniciara en esta ciencia", cuenta Óscar Maisterra, un químico de origen vasco, que se afana en la recuperación de un voluminoso compendio de misas cantadas, que data del año 1770.
Dos restauradoras del laboratorio. (Foto: Alejandro Cherep).
"Alguien con buenas intenciones pero escasos conocimientos, quiso reforzar la tapa, que es de madera de pino, con láminas de cartón. Con el tiempo ese material se vuelve corrosivo. También hubo que reemplazar los herrajes oxidados por otros de bronce. Es un trabajo de hormigas pero el resultado compensa los esfuerzos", dice.
La restauración responde a la iniciativa emprendida por el padre Martín Morales, del Instituto Histórico de la Compañía de Jesús (Roma) que desde 1999 tiene como objetivo la creación de un Fondo Antiguo que ya atesora más de 15.000 ejemplares: tratados de astronomía, historia y botánica, comentarios bíblicos e incluso libros que estaban prohibidos por la Inquisición.
"En alguna oportunidad me preguntaron por qué dedicar tiempo y recursos a salvar libros y papeles viejos. Yo digo que estos libros son un trozo de la memoria. Un esfuerzo para conjugar fe y cultura", explica Morales.
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