HELICÓN PERSONAL (en Muerte de un naturalista, 1966)
De niño, no me podían alejar de los pozos
Ni de las viejas bombas, con sus baldes y poleas.
Me encantaba el oscuro vacío, el cielo atrapado,
El olor a algas, a hongos y a húmedo musgo.
Había uno en un ladrillar, con una tapa de madera podrida.
Yo saboreaba el sorprendente estrépito cuando un cubo
Caía a plomo en el extremo de la cuerda.
Tan profundo que no se veían reflejos.
Fructificaba como cualquier acuario.
Al arrancar largas raíces del blando vegetal
Una cara blanca flotaba sobre el fondo.
Otros tenían eco y devolvían tus llamadas
Con nueva y limpia música. Y uno
Asustaba, pues, entre los helechos y las dedaleras
Una rata cruzaba mi reflejo.
Ahora, fisgonear en las raíces, manosear el limo,
Contemplar todo ojos cual Narciso en la fuente
Sobrepasa la dignidad adulta. Rimo
Para verme a mí mismo arrancar ecos a la oscuridad.
(Traducción de Margarita Ardanaz. Seamus Heaney: "Muerte de un naturalista". Hiperión. Madrid, 1996)
Si quieres conocer más cosas sobre el poeta irlandés Seamus Heaney, premio Nobel de Literatura 1995 y profesor en Oxford, pincha aquí
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