Si puedes ver demolida la obra de tu vida
y, sin pronunciar una sola palabra, volverla a reconstruir,
o perder de un golpe la labor de cien esfuerzos,
sin un suspiro ni un gesto.
Si puedes amar sin enloquecer de amor
y ser fuerte sin dejar de ser tierno.
Y, sintiéndote odiado, no odias a quien te odia,
aunque luches y te defiendas.
Si puedes soportar las palabras burlonas que,
con razón o sin ella, se digan de ti
y que se propalen mentiras sobre tu conducta,
sin tú mentir jamás.
Si puedes amar como a un hermano a todos tus amigos,
sin que ninguno ocupe todo tu corazón.
Si puedes ser bueno y sabio, sin hacerte escéptico o destructor;
soñar, sin que el sueño te domine nunca
y pensar, pero siendo algo más que un pensador.
Si puedes mantenerte digno dentro de la popularidad
y mantenerte pueblo aunque seas consejero del rey.
Si puedes mirar el éxito y el fracaso,
como las dos caras de una misma mentira...
Entonces,
tendrás algo que vale mucho más que el dinero, la fama y la gloria. Entonces, hijo mío, serás dueño de ti mismo.
(Adaptado de Ruyard Kipling, premio Nobel de Literatura 1907)
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