¿Quién era Kircher?


ATHANASIUS KIRCHER fue un sabio jesuita alemán que representó el espíritu científico del siglo XVII. Nació en Geisa (Alemania) en 1602. Profesor de filosofía, matemáticas y lenguas orientales, se interesó por los más diversos temas del saber de su tiempo.

Fue el inventor de la linterna mágica, cartografió la Luna, las manchas solares y las corrientes marinas, ofreció hipótesis para interpretar la estructura interna de nuestro planeta, investigó el Vesubio descolgándose por su cráter, trató de descifrar los jeroglíficos egipcios, realizó experimentos de física y fisiología animal, observó la sangre al microscopio e inventó un sinnúmero de artilugios mecánicos.

Junto con Plinio, constituye el paradigma de la curiosidad científica y del gusto por el conocimiento, en cualquiera de sus formas.

martes, 10 de marzo de 2009

Lectura interactiva


¿Quién dijo que la lectura no es interactiva?

Se puede cerrar el libro en el momento en que a uno le plazca, dejando al autor con la palabra en la boca. Se pueden pasar las páginas de un capítulo aburrido o saltarse una descripción desesperantemente prolija. Se puede dosificar la poesía o el ensayo en tomas cómodas y repetir la dosis o abandonarla placer. Se pueden hacer trampas y leer a hurtadillas el final de la novela. Se puede retroceder una y otra vez a un pasaje magnífico que logró divertirnos, emocionarnos o hacernos pensar.

Se puede parar la lectura para respirar el aire de la mañana, dar un sorbo al café o mirar por la ventana. Después podemos retomar de nuevo la historia o parar otra vez para recordar una situación similar a la que allí se describe, vivida o leída en otro libro o quién sabe si en otra vida.
Si además el libro es tuyo, hasta se pueden hacer anotaciones al margen, colocar una interrogación donde el razonamiento se hace incongruente o confuso o un signo de admiración allí donde uno encontró una reflexión reveladora y luminosa, que nos perecerá de repente capaz de transformar el mundo o la idea que tenemos de él y que, unos minutos después olvidaremos sin remedio tras otro sorbo de café.

Y se puede, al fin, mandar el libro al estante, para que espere allí mejor ocasión o mejor ánimo.

¿Quién dijo que la lectura no es interactiva?

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