Constantino Petrou Cavafis (en griego Καβάφης), nació en Alejandría (Egipto) en 1863, donde su padre era un rico comerciante. A los siete años, tras la muerte de su padre, su familia se trasladó al Reino Unido, donde Cavafis realizó sus estudios secundarios y conoció a los autores ingleses que supondrían para él el descubrimiento de la literatura como creación. Como poeta, es una de las figuras literarias más importantes del siglo XX y uno de los mayores exponentes del renacimiento de la lengua griega moderna.
Vuelto a Alejandría, se mantuvo trabajando como periodista y como funcionario del Ministerio Egipcio de Obras Públicas. Publicó relativamente poco en vida y con un éxito muy escaso, aunque tras su muerte su obra cobró paulatina relevancia.
En España, la obra de Cavafis ha tenido una gran influencia en la llamada "poesía de la experiencia" y en autores concretos como Luis Cernuda o Jaime Gil de Biedma.
Más recientemente, su poema "Esperando a los bárbaros" inspiró al escritor sudafricano J.M. Coetzee la novela del mismo título.
Reproducimos aquí Ítaca, uno de los poemas más conocidos de Cavafis. Es una invitación a disfrutar la vida y a entender el regalo que son las experiencias que vivimos, que nos hacen aprender y llegar finalmente, de nuevo, hasta nosotros mismos, reencontrándonos en la serenidad de una vejez más sabia.
Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los Lestrigones ni a los Cíclopes,
ni al fiero Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado,
si selecta es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los Lestrigones ni a los Cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no lo llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante tí.
Pide que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-a puertos antes nunca vistos.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes voluptuosos,
todos cuantos puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en tu pensamiento.
Tu llegada allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje:
mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguardar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.
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