Retrato del Doctor Alphonse Leroy. Óleo sobre lienzo. 72 x 91 cm. Musée Fabre, Montpellier, Francia. |
El cuadro salió de la mano hábil de Jacques-Louis David hacia 1783. La humanidad del doctor Alphonse Leroy (1748-1816), el ginecólogo que atendió el nacimiento del hijo del pintor, llena de tonos cálidos el cuadro. Así que no sólo estamos ante un retrato, sino también ante el testimonio de un padre agradecido al médico que atendió a Madame David en el parto.
La textura de la seda y sus brillos en el batín que viste el ginecólogo están magníficamente logrados. Una vestimenta informal, por la que asoman, elegantes, los lazos y puñetas de la camisa. No lleva la habitual peluca empolvada, sino un exótico turbante, con los mismos tonos del tapiz que cubre la mesa. Dominan los rojizos, los blancos y los azules: los colores de la República Francesa. No en vano David fue amigo personal de Robespierre.
Intuimos el rango social y el prestigio del personaje retratado, pero también el comedido ascetismo en el mobiliario y la desnudez de ornamentos de alguien que ha entregado su vida a la ciencia. Lo imaginamos habituado a trasnochar, no sabemos si por los ritmos que impone la vida social, los avisos de partos imprevistos o el insomnio creativo de alguien como él, acostumbrado a reflexionar en muchas duermevelas.
A su lado, un quinqué lleno de aceite, pero extrañamente apagado, quizá porque, tras una noche de trabajo, la luz del nuevo día empieza a insinuarse ya en las ventanas. El trazo de sombra rectilíneo sobre el papel, el rostro y el turbante iluminados, nos permiten adivinar incluso la posición de esa ventana, algo alta, delante de su mesa, casi como si nosotros alcanzásemos la estancia. Su brazo izquierdo se apoya seguro en un libro de Hipócrates: Morbi mulierum, "Las enfermedades de la mujer" en el que vemos incluso asomar un registro de lectura, improvisado con una tira de papel cortada a mano.
Su mano derecha suspende la pluma de ave que acaba de sumergir en el tintero. Ante él, un pliego de papel recoge sus reflexiones en la última madrugada, brevemente detenidas en una pausa mientras nos mira. Nos queda, sin embargo, el convencimiento de que Leroy volverá a retomar la escritura interrumpida si nos quedamos un momento en silencio. Estaba preparando entonces su libro La Médecine maternelle (1803) y los pinceles de Louis David lo han inmortalizado para siempre en ese empeño. Guardemos silencio, querido lector, y dejémosle seguir en su tarea.
¡Excelente entrada amigo Juan! Un magistral ejemplo a seguir por quien, como yo, humildemente, se empeña en mirar el arte con ojos curiosos de médico. Hasta ahora no había visto una descripción tan bien hecha de esta magnífica obra de David. Sin dejar que un sólo detalle se escape a la atención de quien contempla el cuadro, nos regalas tus increíbles dotes de observador y tus conocimientos científicos, expresados con sentimientos de poeta. Estoy seguro de que el Dr. Leroy, donde esté, se sentirá orgulloso.
ResponderEliminar¡Un fuerte y agradecido abrazo!
Magnífico cuadro, aunque haya quien critique la ocultación de la mano izquierda, y magnífica descripción. El resto ya lo ha dicho Francisco.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias, Paco, por tus amables comentarios. No puedo resistirme a compararlo con el cuadro de Sargent sobre el Dr. Pozzi, aunque sea cronológicamente posterior a David.
ResponderEliminarLos dos son algo inquietantes, aunque aquí el retratado ande ya más madurito.
Un abrazo
Gracias, José Manuel.
ResponderEliminarHay muchas cosas inquietantes en este cuadro. Y una de ellas, sin duda, es la ausencia de la mano izquierda. Sospecho que no es casual y que esconde algún significado que a mí se me escapa.
Viéndolo con detalle parece que la manga de ese brazo fue retocada (un pentimento, se dice en Italia, es decir, un arrepentimiento del pintor, que decidió resolver el detalle de otro modo).
Tampoco me cuadra mucho la edad del modelo, al que le atribuyo entre 50 y 60 años, lo que no casa con los datos cronológicos del cuadro, ni siquiera admitiendo la fecha de 1741 para el nacimiento de Leroy, como algunos han propuesto.
Comparto la perplejidades.
Un abrazo
Querido Juan:
ResponderEliminarComparto la admiración de los demás comentaristas por esta entrada (y por toda tu extraordinaria bitácora).
A propósito de la ausencia de la mano izquierda, en la documentación sobre el cuadro que ofrece el museo Fabre se lee la siguiente observación sin referencia (pág. 5): "Alphonse Leroy avait perdu un bras à la suite d'une piqure (sic) anatomique. David disposa habilement une manche qui laisse croire à la présence du bras manquant." (http://bit.ly/fFmXnt)
Un abrazo,
Laura
Querida Laura:
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, que aclara, por fin, nuestras dudas.
Has conseguido encender el quinqué del Dr. Leroy sin tocarlo y, de paso, iluminarnos a todos el entendimiento.
Ha merecido la pena escribir el post para conocer este dato tan curioso que nos aportas. ¿Cómo se las arreglaría un obstetra manco?
Ahora admiro aún más la profesionalidad de Leroy la delicadeza exquisita de David al retratarlo.
Un abrazo fraternal y panaceico
Post maravilhoso! Bela pintura...
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