Desde muy pequeño he sentido una fascinación especial por los maniquíes, una extraña mezcla de curiosidad y de temor. Su quietud estoica frente al nervioso ir y venir de los clientes. Su docilidad en las manos del empleado que les ajustaba un escote o una manga, mezclándose con ellos en el escaparate. Su vanidad de cartón piedra, luciendo el modelo entalladito que a la cliente que mira desde el otro lado del cristal quizá no le sentaría tan bien... Parecía una forma de taxidermia humana y, desde luego, siempre le he visto una similitud enorme con las momias.
La fotógrafa norteamericana Barbara Abel ha sabido captar el dramatismo y las historias calladas que parece haber tras cada uno de esos personajes, que fueron realizados a veces con una maestría excepcional y usando, para mayor morbo, ojos de cristal y pelo humano, que era pacientemente introducido en su lugar con ayuda de una aguja caliente. Podía ser piezas de un museo anatómico o quizá de una antigua tienda de ortopedia.
Abel hizo estas fotos en un almacén de viejos maniquíes en Detroit y, desde luego, su cámara parece haber captado algo más que el cuerpo fingido de un maniquí. Casi podemos escuchar una dramática historia detrás de cada rostro. Algunos, como puede verse, presentan signos de la acción del fuego, lo que nos revela que la tienda de modas donde estaban se incendió una noche y las llamas les iban alcanzando, mientras ellos, impávidos, mantenían serenamente la misma postura de siempre. "Tragic Beauties", se llama esta exposición de Barbara Abel. Más información sobre la artista en su web: http://www.abelphotography.com/ Puedes pinchar sobre las fotos para verlas en mayor formato.
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