¿Quién era Kircher?


ATHANASIUS KIRCHER fue un sabio jesuita alemán que representó el espíritu científico del siglo XVII. Nació en Geisa (Alemania) en 1602. Profesor de filosofía, matemáticas y lenguas orientales, se interesó por los más diversos temas del saber de su tiempo.

Fue el inventor de la linterna mágica, cartografió la Luna, las manchas solares y las corrientes marinas, ofreció hipótesis para interpretar la estructura interna de nuestro planeta, investigó el Vesubio descolgándose por su cráter, trató de descifrar los jeroglíficos egipcios, realizó experimentos de física y fisiología animal, observó la sangre al microscopio e inventó un sinnúmero de artilugios mecánicos.

Junto con Plinio, constituye el paradigma de la curiosidad científica y del gusto por el conocimiento, en cualquiera de sus formas.

viernes, 7 de diciembre de 2012

La segunda vida de los libros



Pocos placeres hay comparables a pasar una mañana de sábado en una librería de viejo. Y luego, una cerveza compartida comentando adquisiciones y hallazgos. En la última visita encontré una Historia de la ciencia del polifacético Dampier, miembro de la Royal Society, el bioquímico que nos enseñó a extraer la lactosa disuelta en el suero de la leche.

Al hojearlo tranquilamente en casa me encontré interesantes notas al margen, escritas a lápiz, y subrayados cuidadosos. En la portadilla había también un ex libris personalizado en tinta azul: Valeriano Zorío Blanco, decía. Y acudí de inmediato a san Google por si era posible saber algo más del antiguo propietario. La respuesta fue rápida y precisa: Valeriano fue doctor ingeniero de Caminos, Canales y Puertos (promoción 1963), doctor en Ciencias Exactas y doctor en Derecho y, según la necrológica del Boletín del Colegio de Ingenieros (nº 211), gran bibliófilo y "un hombre machadianamente bueno".

 Me topé también con toda una avalancha de gente que había tenido una experiencia similar a la mía: se habían encontrado en una librería de viejo con uno de los seis mil volúmenes de la biblioteca personal de Valeriano Zorío, que uno de sus hermanos vendió al peso a un librero de Jaén. Hoy esos libros disfrutan de una segunda vida y pueden ver el mundo desde los estantes de otras estancias. De algún modo, es como si Valeriano pudiera seguir leyendo a través de nuestros ojos y compartir sus subrayados a lápiz y hasta comentarnos, incluso después de muerto: "fíjate en este párrafo ¿no te parece extraordinario?".

Me gustaría que a mis libros (que son muchos menos, escasamente cuatro mil) les pasara lo mismo. Me encantaría poder asomarme, una vez muerto, por encima del hombro de otros lectores y decirles eso mismo que el bueno de don Valeriano Zorío me sigue diciendo a mí: "fíjate, fíjate en este párrafo ¿no te parece extraordinario?".


3 comentarios:

  1. Un gran deleite el que produce un libro antiguo entre las manos, Juan. Y esas notas marginales y subrayados selectivos elevan de quien lo saboreó elevan su valor.

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  2. Una experiencia singular e interesante. Al compartirla con todos, nos animas a pasar una mañana de sábado entre libros antiguos y llenarnos con su pasado. Gracias Juan.

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  3. yo sigo creciendo en ese disfrute que supone tener un buen libro entre las manos y no son pocas las veces que hago presente a mi tío Valentín, y no es menos el disfrute de leer lo que vos acabas de escribir en estas líneas. Gracias por regalarnos tu arte en la palabra.
    Marileo

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