¿Quién era Kircher?


ATHANASIUS KIRCHER fue un sabio jesuita alemán que representó el espíritu científico del siglo XVII. Nació en Geisa (Alemania) en 1602. Profesor de filosofía, matemáticas y lenguas orientales, se interesó por los más diversos temas del saber de su tiempo.

Fue el inventor de la linterna mágica, cartografió la Luna, las manchas solares y las corrientes marinas, ofreció hipótesis para interpretar la estructura interna de nuestro planeta, investigó el Vesubio descolgándose por su cráter, trató de descifrar los jeroglíficos egipcios, realizó experimentos de física y fisiología animal, observó la sangre al microscopio e inventó un sinnúmero de artilugios mecánicos.

Junto con Plinio, constituye el paradigma de la curiosidad científica y del gusto por el conocimiento, en cualquiera de sus formas.

lunes, 2 de enero de 2012

Quisiera poner el hombro y pongo palabras



La empresa municipal de aguas de Sevilla (EMASESA) y la organización para el desarrollo INTERMÓN-OXFAM convocan anualmente el certamen de CUENTOS DEL AGUA.

Si alguno de los que pasáis por este blog sois aficionados a la literatura, animaos a participar, porque es un certamen muy peculiar, tanto en su temática como en su filosofía. Concurren al premio narraciones breves (para público infantil o para adultos) en las que el agua tiene que aparecer de algún modo, ya sea como escenario de la historia o incluso como personaje imaginario con voz propia.

La iniciativa nació ne 2008 y tuve la suerte de ser entonces el ganador de aquella primera edición. El premio llevaba consigo la publicación, en un formato muy cuidado, de la obra y la de los finalistas. Pero había otro premio añadido: una parte del dinero recaudado en la venta de los ejemplares (al precio de 10 euros cada uno) se destina a llevar agua potable a algunas poblaciones etíopes próximas a la frontera con Somalia. Es una zona donde la sequía hace estragos en las cosechas y condena a una muerte real y dramática a muchas familias en el Cuerno de África.


Hasta ahora EMASESA era la empresa municipal que llevaba el agua a los municipios sevillanos. Con esta convocatoria solidaria, será capaz de llevar agua también algo más lejos. "La historia de Risoleta y el capisayú" fue el título de aquel relato, que iba acompañado de las ilustraciones de Pilar Galán. En materia de solidaridad, las palabras casi siempre acaban en nada, pero esta vez, tengo la satisfacción de que mis palabras sí fueron eficaces, dieron de beber a los sedientos e hicieron algo más soportable la vida de otras personas. ¿Qué más puedo pedir?


Mi amigo Víctor, de Sevilla, hizo también unas ilustraciones para esta misma historia de Risoleta que a mí me parecen soberbias, como ésta que sigue o la que encabeza este post.
Creo que todavía podrían conseguirse ejemplares dirigiéndose a LA TIENDA DEL AGUA de EMASESA en sus oficinas de Sevilla. Si alguien tiene dificultades para contactar, puede poner un comentario en esta misma entrada del blog explicándolo y veré el modo de solventarlo. En aquella edición comparto el libro con los restantes relatos ganadores y finalistas: 

"La historia de Risoleta y el capisayú", de Juan V. Fernández de la Gala
"Correo saliente: 04 de octubre de 2036", de Blanca Bettschen Capa
"Desde la otra orilla", de Manuel Terrín Benavides

Para quienes se animen a participar en el certamen literario, aquí están las bases del premio. Corresponden a la convocatoria de 2011; las bases del 2012 deben ser similares y supongo que saldrán en breve.

Como se afirma en la dedicatoria, "La historia de Risoleta y el capisayú" está inspirada en hechos reales: algunas empresas arroceras brasileñas, apoyadas por políticos corruptos y sicarios a sueldo llegaron a someter a presiones y violencias a la población indígena de Raposa Serra do Sol, en el estado de Roraima, al norte de Brasil, para desalojarlos de sus tierras y convertir la selva donde vivían en un inmenso (y rentable) arrozal. Desde el blog de Kircher seguimos entonces de modo muy estrecho los acontecimientos y participamos en la campaña internacional de recogida de firmas en defensa de los pueblos indígenas de la zona. Por fortuna, el Tribunal Federal falló a favor de los legítimos habitantes de Serra do Sol.


Se ha dicho que “Risoleta y el capisayú” es una alegoría ecológica, pero les advierto que es un cuento con cierta mala uva. Para decirlo con palabras más elegantes, es un cuento con "carga social". Intenta denunciar y concienciar sobre una realidad que afecta hoy en concreto a 20.000 indígenas de las tribus macuxi, wapichana e ingaricó, en la reserva de Raposa Serra do Sol, cuyas tierras, cuyas costumbres y cuyas tradiciones ancestrales están hoy en peligro por el afán explotador de un desarrollo mal entendido, un desarrollo que prima la explotación salvaje de la tierra frente a una agricultura tradicional, respetuosa con el medio, que prima el monocultivo (el cultivo de una sola especie) frente a la biodiversidad que hoy pretendemos promover desde todos los foros científicos. Y un desarrollismo que prima, en definitiva, el beneficio a corto plazo de unos cuantos, frente a la esperanza a largo plazo de todo un pueblo.

Ahí va un fragmento de aquel relato:




" (...) Desde muy pequeños, los niños yakumariks conocen bien los animales del bosque: los que pueden cazarse y los que son peligrosos, las aves que lucen los colores más vistosos y llamativos y las que se quedan quietas, muy quietas, para que sus plumas se confundan con las sombras en la hojarasca y nadie las vea. Conocen también las frutas que pueden comerse y saben que hay algunas que no deben coger, porque podrían enfermar gravemente. Les gusta nadar en las límpidas aguas del río, imitando a las nutrias. Y van siempre juntos, para no perderse en la espesura de la vegetación. Sus padres les han enseñado a respetar al jaguar y a la anaconda, porque en la selva tiene que haber un sitio para todos y porque todo lo que respira y vive es sagrado para ellos. Así de feliz y de sencilla era la vida de los yakumariks en aquel bosque.

Sin embargo, en los últimos meses, se había oído el golpe de las hachas y el ruido de las sierras trabajando en la otra orilla del río. Los yakumariks oían primero el crujido de la madera y, luego, el  ruido apagado de los viejos árboles al caer sobre los matorrales y golpear contra el suelo de la selva. Después, para remover la tierra y allanar el suelo, vinieron las máquinas. Al principio se movían por el bosque como lentos monstruos amarillos, espantando a los guacamayos con los rugidos del motor y con el chirrido de las ruedas que patinaban en el barro. Desde la otra orilla, los yakumariks miraban todo aquello con inquietud, porque sabían que el hombre blanco iba dejando siempre tras de sí una estela de destrucción y de ruina por donde pasaba (...)"
                                                                                                
(Fragmento de "La historia de Risoleta y el capisayú", de Juan V. Fernández de la Gala)


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