¿Quién era Kircher?


ATHANASIUS KIRCHER fue un sabio jesuita alemán que representó el espíritu científico del siglo XVII. Nació en Geisa (Alemania) en 1602. Profesor de filosofía, matemáticas y lenguas orientales, se interesó por los más diversos temas del saber de su tiempo.

Fue el inventor de la linterna mágica, cartografió la Luna, las manchas solares y las corrientes marinas, ofreció hipótesis para interpretar la estructura interna de nuestro planeta, investigó el Vesubio descolgándose por su cráter, trató de descifrar los jeroglíficos egipcios, realizó experimentos de física y fisiología animal, observó la sangre al microscopio e inventó un sinnúmero de artilugios mecánicos.

Junto con Plinio, constituye el paradigma de la curiosidad científica y del gusto por el conocimiento, en cualquiera de sus formas.

martes, 12 de agosto de 2008

El cardenal Martini, visto por Fernando Delgado


El periodista y escritor Fernando Delgado publica hoy en el diario EL LEVANTE-EL MERCANTIL VALENCIANO, esta crónica de su encuentro casual con el cardenal Carlo Maria Martini en el aeropuerto de Madrid-Barajas.


Un caso raro

FERNANDO DELGADO


Ya había observado yo a aquel elegante señor vestido con clergyman en la sala de espera de preferente del aeropuerto de Barajas. Después, en el autobús que nos conducía al avión, pude comprobar que íbamos al mismo destino: Oviedo. Pero la compañía Iberia fue la culpable de que entabláramos conversación. Una vez estábamos situados en nuestro asiento del avión se nos avisó de que teníamos que regresar a la terminal y, no bien habíamos llegado a la terminal, se nos volvió a embarcar. Mi incomodidad ante la situación, en contraste con la resignada aceptación del cura, permitió una breve y sustanciosa relación entre los dos. Contribuyó a ello que él fuera italiano y mi gusto y fascinación por su lengua, pero también el atractivo que emanaba de su manera de hablar.


Al día siguiente, cuando vi su foto en los periódicos y supe que se trataba del cardenal Carlo María Martini no lamenté mi despiste. Quizá ese despiste favoreció una conversación más libre de prejuicios. La verdad es que no sabía si alguna vez había visto su rostro en fotografías, pero en cualquier caso no lo recordaba. Lo que sí recordé después fue un libro de cartas cruzadas entre él y Umberto Eco -¿En qué creen los que no creen?- que es un maravilloso dialogo entre dos preclaras inteligencias contemporáneas. Por eso, no me sorprende que ahora, en un nuevo libro, Coloquios nocturnos en Jerusalén, apueste por la ordenación de los hombres casados y de las mujeres, por una nueva mirada de la Iglesia a la sexualidad; que defienda el preservativo, se muestre interesado por la ciencia y la razón, confiese que no se le habría ocurrido nunca condenar a los homosexuales y desvele sus dudas de fe. Martini confiesa ahora que soñó con una Iglesia pobre y humilde, con una Iglesia joven, pero que hoy ya no tiene esos sueños: «Después de los 75 años he decidido rogar por la Iglesia».


PD.- En aquel viaje de avión, Carlo María Martini y yo hablamos de nuestras respectivas dedicaciones, aunque la suya fuera evidente por su uniforme clerical, pero sólo me contó que trabajaba en Milán y que era jesuita. Los jesuitas lo recibirían en el aeropuerto de Oviedo y esto le permitió bromear sobre las ventajas de pertenecer a una compañía con tantas sucursales en el mundo, lo cual dio lugar a que yo mencionara a Pedro Arrupe. Y hablamos de ese mártir, un perseguido por la iglesia reaccionaria. Él, con una admiración que parecía lógica; yo, con una fascinación que permitió establecer alguna complicidad entre los dos. Tanta como para que el sacerdote italiano me preguntara por la jerarquía católica española, mencionando ciertos nombres, y estableciera con mucha fineza qué tipo de cura era él frente a los obispos españoles mencionados.


Un fermento de cultura alentaba en su conversación de creyente evolucionado que apostaba por el diálogo y pensaba que a la Iglesia le sobra confrontación y le falta capacidad para estar en los puntos de encuentro con los que no creen. Dar noticia de Martini a muchos católicos españoles, que se avergüenzan de los falaces predicadores que tienen aquí la desfachatez de considerar perseguida su libertad, mientras con vocación de viejos inquisidores persiguen la libertad de los otros, es ofrecer consuelo y esperanza a gente limpia y noble que lo merece.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por animarte a escribir un comentario.