¿Quién era Kircher?


ATHANASIUS KIRCHER fue un sabio jesuita alemán que representó el espíritu científico del siglo XVII. Nació en Geisa (Alemania) en 1602. Profesor de filosofía, matemáticas y lenguas orientales, se interesó por los más diversos temas del saber de su tiempo.

Fue el inventor de la linterna mágica, cartografió la Luna, las manchas solares y las corrientes marinas, ofreció hipótesis para interpretar la estructura interna de nuestro planeta, investigó el Vesubio descolgándose por su cráter, trató de descifrar los jeroglíficos egipcios, realizó experimentos de física y fisiología animal, observó la sangre al microscopio e inventó un sinnúmero de artilugios mecánicos.

Junto con Plinio, constituye el paradigma de la curiosidad científica y del gusto por el conocimiento, en cualquiera de sus formas.

sábado, 25 de diciembre de 2010

FELIZ NAVIDAD





Mercedes Sosa
"La peregrinación"



A la huella, a la huella, José y María,
por las pampas heladas, cardos y ortigas.
A la huella, a la huella, cortando campo,
no hay cobijo ni fondas, sigan andando.
Florecita del campo, clavel del aire,
si ninguno te aloja, ¿adónde naces?
¿dónde naces, florcita que estás creciendo,
palomita asustada, grillo sin sueño?
A la huella, a la huella, José y María,
con un Dios escondido... nadie sabía!

A la huella, a la huella, los peregrinos.
Préstenme una tapera, para mi niño.
A la huella, a la huella, soles y lunas,
dos ojitos de almendra, piel de aceituna.
Ay, burrito del campo! Ay, buey barcino!
que mi niño ya viene, háganle sitio
un ranchito de quincha solo me ampara
dos alientos amigos, la luna clara.
A la huella, a la huella, José y María,
con un Dios escondido... nadie sabía!

A la huella, a la huella, huellita, José y María.

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Algunos americanismos (de sonoridad bellísima, como suele ocurrir) en el texto de la canción:


TAPERA: Habitación ruinosa y abandonada.
BARCINO: Con manchas blancas y pardas en el pelaje.
RANCHO: Choza o casa pobre, lejos del poblado, con techumbre de ramas o paja.
QUINCHA: Pared hecha de cañas y recubierta luego de barro.

martes, 14 de diciembre de 2010

El arte olvidado de la escucha


"Investigar es otra manera de escuchar", solía decir el médico humanista Domingo García-Sabell. Y es verdad que indagar en los fenómenos naturales requiere una fase ineludible de escucha atenta, cargada no pocas veces de paciencia y de silencio propios. Raro viene siendo ya el arte de la escucha en un tiempo como el nuestro, que parece presidido por el ruido insustancial y la prisa constante. Los grandes científicos han estado siempre dotados de este don de la escucha. Hablo de los verdaderos científicos. Otra cosa son los eruditos de la ciencia, que pueden ser perfectamente sordos y morir sordos sin haber escuchado nunca nada distinto de su propia voz. Aclaremos bien la diferencia.

En la profesión médica, la escucha atenta no es sólo un acto educado de respeto hacia el paciente: es un requisito obligado para una buena anamnesis y es también una herramienta de trabajo en la exploración clínica. No se trata de ninguna alegoría: desde los tiempos de Laënnec, iniciado ya el siglo XIX, elfonendoscopio nos ha permitido acercarnos a los sonidos que produce nuestro propio cuerpo e integrarlos en el contexto interpretativo que nos brindan, según los casos, la fisiología o la patología. Pocas imágenes pueden ser tan representativas de esta profesión como un médico, inclinado sobre su paciente, ensimismado por un minuto, tratando de percibir el cierre enérgico de las válvulas del corazón o el paso fatigado del aire por los bronquios. En el silencio de la sala de autopsias, recuerdo también aquel crujido metálico, inconfundible, de la hoja del bisturí cuando se topaba con la pared de una arteria calcificada. En medicina, en veterinaria, en enfermería, el arte de la escucha es obligado. Y abarca tanto finalidades diagnósticas como terapéuticas.

Pero tengo que reconocer que los mejores escuchadores que conozco, amén de los psiquiatras, son los zoólogos de campo. Los he visto muchas veces desplegar su maestría en el arte de escuchar los sonidos de la naturaleza. Incluso en plena noche pueden identificar las especies animales y determinar su actividad con la única ayuda del oído. Desde luego, cuando se adquiere ese hábito, las noches de verano ya no son sólo conciertos magníficos, adquieren el valor incuestionable de un acta notarial y permiten conocer la magia de las mejores historias.




Carlos de Hita, por ejemplo, es técnico de sonido y ha dedicado su vida a recoger registros sonoros de gran número de ecosistemas. Tiene la rarísima virtud de analizar un paisaje con el oído, con mayor eficacia que lo haríamos nosotros con la vista. Creo que sus grabaciones merecen la pena. Ha sido nominado a los premios Emmy por alguno de sus montajes sonoros para National Geographic.
  • Para escuchar a Carlos de Hita explicando lo que hace y por qué lo hace, pincha aquí.
  • Para escuchar un paisaje de sonidos nocturnos en Las Villuercas (Extremadura), pincha aquí.
  • Para escuchar el sonido de los bosques de Valsaín(Segovia) en el mes de abril, pincha aquí
  • Para escuchar el calendario sonoro de la naturaleza de Carlos de Hita y Joaquín Araújo, pincha aquí.
(Fuente: Especiales de El Mundo. Agradezco esta magnífica referencia web al profesor Aurelio Adán)

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Vargas Llosa: la palabra agradecida y ética


Reproduzco aquí el discurso que pronunció ayer en Estocolmo Mario Vargas Llosa en la aceptación del Premio Nobel de Literatura de 2010, un premio merecido, que, desde mi punto de vista, es más el fruto de la constancia (de la terquedad, dice él) que del deslumbramiento.

Es un discurso cargado de referencias éticas, de reflexiones geopolíticas globales y, sobre todo, de amor apasionado por la literatura. Tres buenas razones para tenerlo en cuenta.

Podemos verlo y escucharlo en estos dos vídeos e incorporo también aquí un enlace al texto íntegro, descargable en pdf, que distribuye la Fundación Nobel.




martes, 7 de diciembre de 2010

OTRO ÁNGEL AZUL


Título: Células de neuroblastoma I diferenciándose en cultivo. Colección "Paisajes neuronales" Obra Social de La Caixa.
Autor: Torsten Wittmann. Department of Cell and Tissue Biology, University of California, San Francisco (EE. UU.)

Resulta extraño que un tumor infantil tan mortífero como el neuroblastoma pueda resultar tan bello a través del microscopio de fluorescencia y de los filtros magistrales de Torsten Wittmann. Vistas así, las células tumorales parecen evocar, más bien, lejanas nebulosas o cúmulos estelares perdidos en algún lugar del cosmos.

«Otro ángel azul», ha subtitulado esta imagen el filósofo Fernando Savater, acordándose seguramente de aquel film que dirigió Josef von Sternberg en los años treinta: Der blaue Engel (El ángel azul). En aquella ocasión, Marlene Dietrich, hermosa y fatal, como lo son también estas células, fue capaz de llevar a un hombre a la desesperación y a la locura. Pues aquí está, como en los ojos de Marlene, la belleza de la fatalidad, la luminosa boca del temor, la llamada seductora de todos los abismos.



TORSTEN WITTMANN
Torsten nació en Alemania y se apasionó definitivamente con las intimidades de la célula en Heidelberg, mientras se esforzaba por visualizar el huso mitótico con técnicas de microscopía de fluorescencia. Actualmente trabaja en San Francisco, en el Departamento de Biología celular y tisular de la Universidad de California. Es gran aficionado a la fotografía digital y ganador de varios premios por sus espectaculares imágenes microscópicas. Las células del neuroblastoma que incluimos aquí constituyen, sin duda, una de las imágenes más impactantes de la exposición "Paisajes neuronales".


(Juan V. Fernández de la Gala. Publicado en Panace@, Vol. X, nº 30. Segundo semestre 2009. Págs. 207-208)

domingo, 5 de diciembre de 2010

Recuerdo infantil



Una tarde parda y fría de invierno. 
Los colegiales estudian. 
Monotonía de lluvia tras los cristales.

        Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.

        Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
        Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
«mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón».

        Una tarde parda y fría de invierno. 
Los colegiales estudian. 
Monotonía
de la lluvia en los cristales.

ANTONIO MACHADO