¿Quién era Kircher?


ATHANASIUS KIRCHER fue un sabio jesuita alemán que representó el espíritu científico del siglo XVII. Nació en Geisa (Alemania) en 1602. Profesor de filosofía, matemáticas y lenguas orientales, se interesó por los más diversos temas del saber de su tiempo.

Fue el inventor de la linterna mágica, cartografió la Luna, las manchas solares y las corrientes marinas, ofreció hipótesis para interpretar la estructura interna de nuestro planeta, investigó el Vesubio descolgándose por su cráter, trató de descifrar los jeroglíficos egipcios, realizó experimentos de física y fisiología animal, observó la sangre al microscopio e inventó un sinnúmero de artilugios mecánicos.

Junto con Plinio, constituye el paradigma de la curiosidad científica y del gusto por el conocimiento, en cualquiera de sus formas.

viernes, 15 de marzo de 2013


BARRIENDO

Y cómo puedo desdoblarme y verme
aquí, barriendo el suelo de este cuarto
donde cualquier rumor es un suceso,
y el roce de la escoba un himno alegre,
el paso limpio de la fiel rutina,
con su polvillo y sus pequeñas hebras,
con una suciedad que es sólo tierra
cernida sobre el suelo de este cuarto, 
donde transcurren tantas horas mías
que puedo desdoblarme y verme así,
tocado por el sol de la mañana,
por la luz que desciende hasta las losas
y hasta un lugar más hondo que soy yo, 
que es mi cuerpo, mi piel y mi existencia,
este a quien miro en su labor callada,
intenso en el lugar que ocupa, y no
porque medite, o porque crea en algo
redentor de la vida: por ir sólo
a su quehacer y estar ahí, tan dentro
en su presente, igual que el zapatero
va a sus zapatos y nos gusta verlo
en su silla porque es real y existe, 
como el sonido simple de esta escoba.


Antonio Moreno (Alicante, 1964). La tierra alta, 2006.

domingo, 3 de marzo de 2013

Sede vacante



Deja la curia, Pedro,
desmantela el sinedrio y la muralla,
ordena que se cambien todas las filacterias impecables
por palabras de vida, temblorosas.
Vamos al Huerto de las bananeras,
revestidos de noche, a todo riesgo,
que allí el Maestro suda la sangre de los Pobres.
La túnica inconsútil es esta humilde carne destrozada,
el llanto de los niños sin respuesta,
la memoria bordada de los muertos anónimos.
Legión de mercenarios acosan la frontera de la aurora naciente
y el César los bendice desde su prepotencia.
En la pulcra jofaina Pilatos se abluciona, legalista y cobarde.
El Pueblo es sólo un «resto»,
un resto de Esperanza.
No Lo dejemos sólo entre guardias y príncipes.
Es hora de sudar con Su agonía,
es hora de beber el cáliz de los Pobres
y erguir la Cruz, desnuda de certezas,
y quebrantar la losa—ley y sello— del sepulcro romano,
y amanecer
de Pascua.
Diles, dinos a todos,
que siguen en vigencia indeclinable
la gruta de Belén,
las Bienaventuranzas
y el Juicio del amor dado en comida.
¡No nos conturbes más!
Como Lo amas,
ámanos,
simplemente,
de igual a igual, hermano.
Danos, con tus sonrisas, con tus lágrimas nuevas,
el pez de la Alegría,
el pan de la Palabra,
las rosas del rescoldo...
...la claridad del horizonte libre,
el Mar de Galilea ecuménicamente abierto al Mundo.

(Pedro Casaldáliga, obispo de Sao Felix do Araguaia, Brasil)