Un hombre se esforzaba cada día de administrar aceite de hígado de bacalao a su perro, porque le habían dicho que eso era bueno para los perros. Cada día sujetaba fuertemente entre las rodillas la cabeza del animal y, entre forcejeos, le obligaba a abrir la boca y a tragar una buena cucharada sopera de aquel remedio.
Un día el perro consiguió soltarse y el aceite fue a parar al suelo. Entonces, ante el asombro de su dueño, el perro lamió el aceite derramado con mucha tranquilidad y dio luego un par de golosos lengüetazos a la cuchara. Fue entonces cuando aquel hombre entendió que lo que el perro rechazaba no era el aceite, sino el modo de administrárselo.
(Cuento taoista)
Está muy bien la parábola del perro y me hace pensar que a veces hemos creído que la solución estaba en poner menos aceite de bacalao y sustituir esa proporción por azúcar... Pero no se trata de rebajar la formación ni el conocimiento ¿verdad? De todos modos a veces no es fácil encontrar el método para que el aceite de bacalao sea agradable y útil a la vez (por cierto que así querían los clásicos la literatura: dulce et utile).
ResponderEliminarSaludos
Totalmente de acuerdo! Se olvida siempre que sólo se es responsable de lo que se elige, es decir, libertad y responsabilidad van juntas, no reñidas.
ResponderEliminarMuy bueno.
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