Hace tiempo, alguien me hizo ver de pronto la temible inmensidad del Universo. Le bastó con una frase, pronunciada con un fondo musical de grillos, en el frescor apacible de una noche de verano. Algunas estrellas de las que ves, me dijo, están tan distantes que la luz que llega ahora mismo a nuestros ojos debió salir de ellas hace mucho tiempo. Es probable, entonces, que alguna ya ni siquiera exista y sólo estemos viendo la luz que produjo en el pasado.
Pensarlo despacio era casi mareante.
Con el tiempo, vi que eso sucedía también con algunas personas que, incluso mucho después de muertas, eran capaces de alumbrarnos a todos los caminos. Los del entendimiento y los de la imaginación, los del compromiso y los de la esperanza.
Magnífica lección de astronomía, que fue, al propio tiempo, una invitación sutil a la lectura de los clásicos.
Ojalá que a mí --y a ti que lees estas líneas ahora mismo-- nos aguarden aún deslumbramientos y perplejidades semejantes. Y muchas, muchas noches de verano.
Bueno, hace unos días escribí un comentario que parece que, por alguna razón, no llegó a grabarse.
ResponderEliminarEvocadora y bella entrada esta, Juan. Y que nuestras estrellas particulares nos acompañen y los deslumbramientos nos sorprendan. Un abrazo.